Introducción
En este artículo, analizaremos uno de los principios más importantes de la Terapia Breve: «Si no está roto, no lo rompas». Analizaremos con qué finalidades es importante que el terapeuta tenga este principio en mente y la manera en la que moverse a través de este principio puede tener implicaciones prácticas importantes para la práctica de la psicoterapia.
Asimismo, dejamos un video que hemos realizado ya en Youtube con respecto a este tema, en caso de que quieras verlo.
«Si no hay queja, no hay problema»
Esta frase de Richard Fisch bien puede tratarse de una crítica a lo que se hacía comúnmente en la pcisoterapia de la época de los 1960´s; pero también puede constituir un principio ético y práctico para hacer un tratamiento breve y efectivo.
Para los enfoques tradicionales de psicoterapia (el psicoanálisis o los enfoques psicodinámicos) era muy común pensar que cualquier síntoma que la persona presentara, cualquier problema cotidiano o dificultad psicológica, tenía una causa oculta detrás de si.
Por lo tanto, para los terapeutas de estos enfoques resultaba indispensable averiguar las causas del problema, normalmente en el pasado o en la vida familiar temprana del sujeto como prerrequisito para poder resolver el problema en el presente.
En pocas palabras, se buscaba hacer consciente lo inconsciente, bajo el supuesto de que es el inconsciente el que domina nuestra vida y gobierna nuestros actos.
El problema con ello es que en muchas ocasiones, los pacientes llegaban con una dolencia que deseaban resolver (de preferencia en el menor tiempo posible), pero se encontraban con un terapeuta que no les otorgaba ninguna directiva, ninguna orientación ni nada que les serviera para orientarlos en el sentido de la resolución de su problema en el presente para vivir un mejor futuro.
En cambio, en muchas ocasiones, esta averiguación sobre las causas del problema en el pasado acababa por hacer que el paciente terminara sintiéndose peor que al principio.
Este malestar, en algunas ocasiones, provenía del hecho de que, al final, el problema no radicaba en lo que el paciente decía, sino en algo oculto. Algo generalmente relacionado con sus progenitores y con sus deseos e instintos sexuales no expresados y reprimidos por sus familias.
Este tipo de interpretaciones, en muchas ocasiones, no resolvía el síntoma o problema que el paciente llevaba a la consulta, sino que además, como ya se mencionó, le hacían salir del consultorio con una sensación adicional de malestar.
Sin embargo, la forma que tiene la terapia breve de trabajar con los problemas humanos es bastante distinta.
En primer lugar, no suponemos que el esclarecimiento de las causas de un problema sea relevante para su solución.
Esto, desde luego, no significa que neguemos que las causas de los problemas de una persona estén arraigadas en el pasado. Es solo que dudamos de la utilidad de su comprensión para la solución del problema.
Además, los problemas humanos están tan fuertemente influidos por causas tan variadas y diversas (como la genética, la interacción, la educación, el contexto social, etcétera), que también dudamos de que cualquier terapeuta pueda ser capaz de descubrir la causa raíz del problema de sus pacientes en todos los casos.
En segundo lugar, los terapeutas brevistas trabajamos en pos de los objetivos que el propio paciente establezca para su tratamiento.
Por esta razón, problematizar situaciones distintas a las que el paciente problematiza suele obedecer más a los objetivos del terapeuta sobre el tratamiento; más a lo que este espera acerca de la terapia, y esto no siempre coincide con las expectativas o los deseos del paciente.
En tercer lugar, dado que sabemos que los problemas que los pacientes traen a la terapia suelen ser muy dolorosos y que desean que su solución sea urgente, buscamos la manera más rápida posible de ayudarles y de lograr que estos resultados sean duraderos.
Ahondar en la averiguación de las causas del problema sin la certeza de que su descubrimiento ayudará a resolverlo es invertir valioso tiempo en una empresa impresa y, en la mayoría de las ocasiones, disfuncional. Pensamos que el tiempo debe invertirse en algo que tenga mayores probabilidades de generar resultados.
Nuestra visión de los problemas humanos y de cómo se solucionan nos exige que “si algo no está roto, no debemos romperlo”.
Encontramos que “no romper lo que no está roto” tiene dos finalidades principales: una finalidad estratégica y una finalidad ética.
Finalidad Estratégica
Trabajar solamente con el problema del cual se queja la persona mantiene al tratamiento circunscrito dentro del problema específico y dirigido hacia un objetivo específico.
Detrás de ello está nuestra suposición de que el paciente vive su vida como desea vivirla, y que cuando viene a terapia es porque hay algo que le está impidiendo llevar su vida como quisiera. La tarea del terapeuta breve consiste en desbloquear ese “algo” para que la persona pueda continuar con su vida como mejor le parezca.
Asimismo, trabajar solo con la queja que la persona presenta nos ayuda a no desviarnos del objetivo del tratamiento y a lograr que este sea breve y se de en pocas sesiones.
Además, consideramos que no es necesario realizar “grandes cambios”. A menudo, cuando se logra un “cambio pequeño” a través de la terapia, este desencadena cambios mayores en otras áreas de la vida del paciente.
Por otro lado, trabajar con el problema que el paciente trae a la terapia nos ayuda a aprovechar su motivación para el cambio; lo cual puede repercutir de manera positiva en la efectividad y brevedad del tratamiento.
Por el contrario, problematizar situaciones que el paciente no problematiza por sí mismo puede generar resistencias que interfieran negativamente con la relación terapéutica y, por lo tanto, con la efectividad del tratamiento.
Finalidad ética
Consideramos que si las personas vienen a la terapia para resolver un problema en su vida o para “desbloquear” una determinada situación, nuestro deber es ayudarles a lograrlo mediante las herramientas que permitan hacerlo de la manera más eficaz posible, así como evitar aquello que se sabe que puede hacer daño al paciente.
Si sabemos que problematizar situaciones que no representan un problema para el paciente puede generale un mayor malestar y/o resistencias que interfieran con el tratamiento, entonces trabajar solo con lo que el paciente considera como un problema se convierte en un imperativo ético.
¿Cómo ayudamos a una persona a resolver un problema sin necesidad de conocer sus causas?
Con todo lo anterior, aún hoy en día nos puede parecer extraña la noción de que para resolver un problema no es preciso conocer sus causas, ahondar en ellas o conocer los problemas aledaños que pudieran estarlo generado.
Por ello, puede surgirnos una pregunta bastante lógica de naturaleza técnica: ¿Cómo hago para ayudar a una persona a resolver su problema sin tener que “escarbar” en todo aquello que rodea a la situación problemática?
Para ello, pongo a tu disposición los siguientes puntos.
1. Define de manera concreta y específica el problema que se va a tratar, así como el objetivo del tratamiento.
Desde el punto de vista de los investigadores del BTC, a uno como terapeuta debe quedarle clara la respuesta a la pregunta: ¿Qué hace qué a quién, y por qué resulta problemático?
Esta pregunta nos ayuda a definir con claridad el problema.
Para definir con claridad los objetivos del tratamiento, puede servirnos la siguiente pregunta: ¿Cómo te darás cuenta en el futuro de que tu problema ya se resolvió?
Tanto para definir el problema como el objetivo del tratamiento, es de gran utilidad utilizar términos conductuales.
Mantener la terapia circunscrita a esta definición del problema y a estos objetivos del tratamiento aumenta la probabilidad de que la terapia funcione en pocas sesiones.
2. Averiguar cómo funciona el problema.
Los problemas humanos suelen mantenerse a través de pautas que se repiten una y otra vez.
Los maestros del Brief Therapy Center (Watzlawick, Weakland y Fisch) encontraron un concepto muy útil a este propósito al cual llamaron “Solución Intentada”. Según este concepto, es precisamente lo que intenta hacer una persona para resolver un problema, aquello mismo que lo agrava y lo mantiene. De esta manera, en muchas ocasiones “la solución se convierte en el problema”.
Conocer las soluciones que se convierten en el problema en muchas ocasiones nos ayuda a descifrar cómo funciona el problema y, por lo tanto, a vislumbrar comportamientos alternativos que conduzcan a la ruptura de las pautas que lo mantienen activo.
3. Confía en el paciente.
Por más perturbados que se encuentren, por peor que se sientan cuando vienen a terapia, los pacientes siempre tienen recursos que pueden ayudarles a resolver su problema.
Estos recursos son sus ideas, sus valores, sus habilidades, sus actitudes, sus aptitudes, sus capacidades, etcétera.
En terapia breve, pensamos que es de gran importancia desarrollar una visión optimista acerca del paciente, ya que de esta manera el terapeuta puede ayudarle a que utilice sus propios recursos y motivaciones para revertir los patrones que mantienen el problema.
Confiar en el paciente también implica respetar lo que para este es un problema, aún cuando a uno, como terapeuta, tales definiciones de lo que es un problema puedan parecer un sinsentido o algo ridículo.
En terapia breve trabajamos siempre con lo que el paciente es importante y no solo para lo que el terapeuta es importante.
Conclusiones
Las observaciones anteriormente realizadas parten de una perspectiva estratégica, sistémica y constructivista.
Por esta razón, sólo tienen sentido cuando se piensa que “la verdad raíz de las cosas” en incognoscible y que debemos orientarnos hacia “conocimientos” que tengan unta utilidad práctica para un fin determinado.
La lectura de todo lo anteriormente mencionado desde una perspectiva de que la “verdad es cognoscible” y, por lo tanto, de que “un problema sólo puede resolverse a través del conocimiento de sus causas”, conducirá necesariamente a un sinsentido.